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LA REENCARNACIÓN EN OCCIDENTE - UN POCO DE HISTORIA

LA REENCARNACIÓN EN OCCIDENTE - UN POCO DE HISTORIA
Publicado dia 9/12/2015 11:08:16 AM em STUM WORLD

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por Maísa Intelisano - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Hasta mediados del siglo VI todo el Cristianismo aceptaba la doctrina de la reencarnación que la cultura religiosa oriental ya proclamaba, milenios antes de la era cristiana, como hecho incuestionable, prueba incontestable de la justicia divina, que siempre da oportunidad al hombre para revisar sus actos y retomar lo que crea necesario en una nueva existencia.

Sucede, sin embargo, que el II Concilio de Constantinopla, actual Estambul, en Turquía, en decisión política, para atender a exigencias del Imperio Bizantino, decidió abolir tal convicción, justificada por la lógica, sustituyéndola por la doctrina de la resurrección, que contraría todos los principios de la ciencia, pues admite el retorno del ser, con ocasión de un supuesto juicio final, en el mismo cuerpo ya desintegrado en todos sus elementos constitutivos.

La Iglesia tuvo algunos concilios tumultuados, pero parece que el II Concilio de Constantinopla, celebrado en 553, batió el récord en materia de desorden e incluso de falta de respeto a los obispos y al propio Papa de aquella época, Virgilio.

La emperatriz Teodora, esposa del emperador Justiniano, también teólogo, había sido una cortesana y se inmiscuía en los asuntos de gobierno y teología de su marido. Según algunos autores, ella era motivo de orgullo entre sus ex colegas prostitutas por haber logrado llegar al “puesto” de emperatriz. Ella, en cambio, sentía vergüenza de su pasado y se rebelaba contra el hecho de que sus ex compañeras se vanagloriasen de ese honor. Para acabar con los comentarios, mandó eliminar o hizo desaparecer, no se sabe a ciencia cierta, a todas las prostitutas de la región – cerca de quinientas.

Como el pueblo en aquella época era reencarnacionista, aun siendo en su mayoría cristiano, empezó a llamarle asesina y a decir que debería ser castigada quinientas veces en sus vidas futuras, como karma por haber traicionado a sus ex colegas prostitutas. Lo cierto es que Teodora pasó a odiar la doctrina de la reencarnación, y como tenía mucha influencia en el medio político y religioso de aquella época, entabló una persecución sin tregua contra esa doctrina y contra su mayor y más antiguo defensor entre los cristianos, Orígenes, filósofo griego que vivió en Alejandría, cuya fama de sabio era motivo de orgullo para los seguidores del cristianismo, pese a haber vivido casi tres siglos antes, entre 185 y 254.

Como la doctrina de la reencarnación presupone la preexistencia del espíritu, Justiniano y Teodora decidieron primeramente atacar la doctrina de la preexistencia, con lo cual quedaría automáticamente desestructurada la de la reencarnación.

Así, en 543, Justiniano publicó un edicto en que exponía y condenaba las principales ideas de Orígenes, siendo una de ellas la de la preexistencia del espíritu. En seguida a la publicación del edicto, Justiniano ordenó al patriarca Menas de Constantinopla que convocase un sínodo (reunión de obispos de todo el mundo), para que los obispos votasen su edicto, aprobando diez anatemas (condenaciones) que en él constaban contra Orígenes.

El principal anatema que nos interesa es el que trata de la preexistencia del espíritu, el cual, literalmente, dice lo siguiente: “Si alguno dice o sostiene que las almas humanas preexistieron en la condición de inteligencias y de santos poderes; que, habiéndose aburrido de la contemplación divina, habiéndose corrompido y, a través de eso, habiéndose enfriado en el amor a Dios, ellas fueron, por esa razón, llamadas almas y, para su castigo, metidas en cuerpos, ¡sea anatema!” [O Mistério do Eterno Retorno, pág. 127-127, Jean Prieur, Editora Best Seller, São Paulo, 1996].

Condenando la doctrina de la preexistencia del espíritu, estaba automáticamente condenada también la doctrina de la reencarnación, sin que con eso fuese siquiera preciso lanzar un edicto especial contra ella o incluso mencionarla en ningún momento. Como el mayor desarrollo en poder y crecimiento del Cristianismo se produjo en Occidente, la condenación de la preexistencia del espíritu y de la reencarnación se difundieron con él, y por eso entre nosotros hoy parece extraño creer en esas dos doctrinas.

Pese a todo, en sus orígenes el propio Cristianismo era reencarnacionista, pues aparte de que el mismo Jesús, según parece, hizo alusión a la reencarnación en sus predicaciones, la reencarnación ya era una creencia establecida, mucho más antigua que Él, y ya era plenamente aceptada, pues no tenía siquiera sentido para los hombres que fuese de otra manera, no tenía sentido que Dios pudiese actuar de otra forma, ya que sería injusto.

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